Por: Celia Delgado Teijeiro[1]

Buenos días. Comienzo con esta lectura:

“En realidad, Remedios, la bella, no era un ser de este mundo. Hasta muy avanzada la pubertad, Santa Sofía de la Piedad tuvo que bañarla y ponerle la ropa y aun cuando pudo valerse por sí misma había que vigilarla para que no pintara animalitos en las paredes con una varita embadurnada de su propia caca. Llegó a los veinte años sin aprender a leer y escribir, sin servirse de los cubiertos de la mesa, paseándose desnuda por la casa, porque su naturaleza se resistía a cualquier clase de convencionalismos…”

Y sigue contando Gabriel García Márquez que, sin embargo, Remedios era capaz de decir cosas con tal agudeza que “Parecía como si una lucidez penetrante le permitiera ver las cosas más allá de cualquier formalismo”. Aún así todos creían que era retrasada mental, excepto el coronel Aureliano Buendía, quien decía: “Es como si viniera de regreso de veinte años de guerra”… y él fue quien la convenció de acceder a ciertas cosas del mundo, acercándose cotidianamente a ella. (García Márquez, 1967, p. 209)

Influida por el cumpleaños del autor y el 30º aniversario de su obra (y por supuesto todo lo que me hace evocar), quise iniciar con este fragmento de Cien años de soledad, porque en el encuentro —ya desde el sugestivo título acerca del transcurrir del tiempo en compañía de ese sentimiento tanto deseable porque refiere a lo más íntimo del sí-mismo, como odiado por cuanto da cuenta de lo inevitable de la separación-diferencia respecto a los otros— el tan rico trabajo literario de poder decir la condición humana y sus variantes con esa armonía lingüística que nos acerca fluidamente a la tragicomedia de la vida y nos permite conectarnos con ella desde diferentes posibilidades afectivas, por ejemplo la ternura, el humor y la complicidad. Esa es la gran habilidad de algunos escritores —siempre deseada y envidiable desde nuestra profesión— para perfilar, en pocas líneas, personajes y trama que sueltan el cordel de la fantasía de los lectores y abre el camino a nuevas ideas.

En mi caso, en el ámbito profesional y en función de esta reunión, el realismo mágico del fragmento leído, me ayudó a re-pensar algunos de los aspectos que quisiera desarrollar en esta ponencia sobre la primera década de AMERPI (como quien dice, la infancia de los Buendía).

El trabajo de el grupo Teseo se ha sustentado en dos fuertes pilares. Uno es el de la experiencia clínica a la que hemos podido tener acceso a través de los propios pacientes y digo esto con profunda gratitud; y también de las presentaciones de caso, de la escucha y discusión de trabajos, de las supervisiones.

El otro surge de los recorridos teóricos del grupo, que además de brindarnos más claridad conceptual, han generado mayor inquietud y capacidad de formular y reformular preguntas y plantearnos dudas, más deseo de saber.

Quiero destacar la riqueza del proceso de creación intersubjetiva, verdadera creación literaria intersubjetiva, en que, así lo considero, se constituye el trabajo grupal.

Y también, por supuesto, el trabajo psicoterapéutico.

Es decir, la posibilidad de transitar, el paciente y nosotros en un espacio compartido, de lo innombrable y su correspondiente mito originario, que impide al sujeto ser, hacia la historia en tres tiempos, recreada a través de la escucha terapéutica de varios discursos, pero centralmente del suyo. Historia pasada, que será tal cuando desde el paciente mismo y desde sus personajes primarios significativos pueda ser narrada, hablada, investida con el sentido que da el poder decir lo que fue vivido corporalmente como herida aniquilante, dolor inexplicable, caída, muerte. Sólo así será posible reescribirla durante la historia presente del tratamiento, de lo cual escritura e historia- seremos partícipes un largo tiempo. Y la historia futura, la que el sujeto todavía no conoce pero que —y esa es la apuesta del tratamiento— podrá pensar, quizás planear, desear…

Y en la línea de la conmemoración, creo que varios de los aquí presentes hemos recordado en estos días la frescura de las primeras jornadas, aunque en los trabajos entonces expuestos ya se perfilaba una coherencia conceptual así como algunas de las líneas de estudio e investigación que se han seguido en AMERPI, partiendo de un eje psicoanalítico que dialoga e intercambia ideas y experiencias con otras posiciones teóricas.

Ejemplos de las diferentes líneas serían lo planteado ahora sobre las organizaciones deficitarias y sus nexos o no con las psicosis, la importancia de la prevención atendiendo perturbaciones vinculares tempranas, el recalcar la viabilidad y trascendencia de un buen trabajo clínico en las instituciones de salud o educativas, los planteamientos terapéuticos en los que se contempla la creación de redes intersubjetivas que den sostén por todo el tiempo necesario al trabajo intrasubjetivo. La que puede llamarse interdisciplinariedad continente. Desde luego, la importancia central de considerar que todo proceso de cura es único e irrepetible, como el individuo lo es.

Revisando tanto las diez publicaciones del grupo Teseo como alguno de los bancos de datos con los que contamos (que abarcan desde principios de los ochenta hasta 1991), encontré coincidencias en las inquietudes y líneas de estudio de otros autores y/o grupos, centralmente el énfasis en que el tratamiento de los niños con problemas graves del desarrollo requiere de diversas intervenciones profesionales, debidamente coordinadas entre sí para lograr un efecto terapéutico y no más enfermante, como ocurre en infinidad de casos que alternan entre el peloteo y el “secuestro”. También centralmente, las propuestas de modelos institucionales que brinden atención a población de cualquier nivel socioeconómico, asunto que en nuestro país es particularmente desalentador, pues varios han desaparecido y son pocos los que se crean.

Aunque el psicoanálisis sigue teniendo lugar en varios proyectos, hay una tendencia a proponer manejos “cognoscitivistas”, peligrosamente cercanos al conductismo, que privilegian sólo algunas áreas de la rehabilitación, olvidando lo integral.

Queda muy vagamente planteada la cuestión de los tratamientos a largo plazo, el mayor reto para los profesionales de la salud mental, tanto de niños como de adultos. Sabemos que son pacientes que requerirán de sostén terapéutico durante muchos años y esto implica varios niveles de análisis: desde el ato costo económico, hasta pensar modelos de rotación y/o alternancia de instituciones y especialistas que hagan posible una continuidad del manejo sin olvidar al sujeto, lo cual implica también a los demás sujetos involucrados con él, es decir, familiares y profesionales.

Pues como ya habrán notado, el título de la conferencia tiene un doble sentido que es, por lo menos, desconcertante y puede asustar un poco si lo llevamos más allá y no sólo con la imaginación sino con elementos que podemos trasladar del proceso de seguir-hacer o intentar una cura a la propia vivencia, contratransferencial.

Pues se trata de pacientes con los cuales uno-terapeuta llega a tener la experiencia de inmersión en las profundidades, tanto por la particular disponibilidad psíquica que se hace necesaria para seguir con ellos en tratamientos que son de mucho tiempo, como por todo lo que hay que tratar de saber y seguir descubriendo sobre las entidades clínicas en las que los ubicamos.

Para nosotros, terapeutas, el inicio formal del proceso arriba anotado se da cuando llega un niño-ña con sus padres a la consulta, institucional o privada: primer encuentro en el que buscaremos intensamente, por medio de una escucha puntuada con preguntas, al sujeto perdido entre calificativos que pretenden designarlo: enfermo, loco, demente, agresivo, imposible, dañado, ineducable, etcétera.

[1] Médica psiquiatra, psicoanalista. Socia fundadora y actual presidenta de AMERPI. Ayuntamiento 91, col. Del Carmen, Coyoacán. CP: 04100. Tel-fax:6-59-89-51