Surge un nuevo cuerpo. La relación continente-contenido desde la observación de bebés. Tres enlaces.
Por Vanesa González-Rizzo Krasniansky
Parte 2
3. Meltzer postula la existencia de un conflicto estético al inicio de la vida que puede ser enunciado

“…en términos del impacto estético del exterior de la madre ‘bella’, a disposición de los sentidos, y el interior enigmático que debe ser construido mediante la imaginación creativa. En todo arte y en la literatura, en cada análisis, evidencia su perseverancia a lo largo de la vida.”[1]

Esta idea enriquece profundamente la relación continente-contenido entre la madre y el bebé pues implica entrar en contacto con la belleza del mundo y necesariamente tomar contacto con el misterio.

María tiene un mes y veintiséis días.

Se despertó, tranquila, tomando su tiempo para rehacer el contacto con el mundo de la vigilia, lo que quedaba de la hora lo repartió un poco en los brazos de la madre, otros en los míos; un rato más en su silla. Lo más destacado en ese momento era quizá la diferencia de calidades en la mirada de María: con la madre quedaba fascinada, atónita; la miraba sin que nada desviara su concentración y lo que más disfrutaba era el encuentro con los ojos de su madre. En esa coincidencia, María miraba con tal atención que ningún otro estímulo podía interponerse.

Cuando me miraba a mí lo hacía desde otro lugar con más curiosidad que fascinación, no se perdía en la “profundidad del mundo en el que ahora estaba” representado por la madre.

Los objetos de la observación no tienen la misma calidad en el interior de María. Desde la mirada notamos las diferencias. Es la madre esa belleza que se aprecia en lo externo y que provoca un gran enigma que intenta resolverse, cuando trata de introducirse en ella al contemplarla, calmar la curiosidad sobre su interior. Imposible, ese interior enigmático sólo podrá saciarse por la vía del misterio, es decir, de la capacidad negativa que permite la operación de la imaginación creativa que se despierta desde éste vínculo.

El impacto estético es un conflicto para el bebé y éste radica en la imposibilidad real de entrar y conocer el interior del objeto. La “capacidad negativa” es un estado difícil de tolerar y crucial para la vida pues permite acercarse al misterio, soportar la ignorancia y la incertidumbre de los acontecimientos. Implica esperar, darse tiempo para entender. A María le cuesta sobrellevar el conflicto ya que la belleza de la madre la deja absorta: al contemplar su cara, sus pechos, se disparan emociones extremadamente intensas. En estado extático compartido, la madre devuelve al bebé la posibilidad de valorarse, sentirse bello o feo.

La capacidad de conmoverse con la belleza permite la supervivencia de la mente.

4. Bion y Meltzer proponen una vida emocional desde el útero en la que se tiene contacto con emociones incipientes.

“No podemos tomar al recién nacido como una tabula rasa, sino que debemos considerar las posibilidades que las experiencias emocionales, su representación simbólica en el pensamiento onírico, y su impacto en la estructuración de la personalidad, tal vez comiencen en el útero. No hace falta un gran esfuerzo de imaginación para pensar que los últimos meses de vida intrauterina, pese a los descubrimientos de los neuroanatomistas respecto de la mielinización, están cargados de emocionalidad. Tampoco es ajeno a nosotros imaginar que los aspectos auditivos de la vida intrauterina, unidos a la cenestesia, son susceptibles de representación simbólica del estilo de canto-y-danza (Susanne Langer) de las formas simbólicas (Cassirer). No hay más que un paso muy pequeño desde esta especulación a la noción más “emocional” que “traumática”, del impacto del proceso de nacimiento y el primer encuentro con el mundo “exterior” (Meltzer 1988 p.14)

Gracias a esta idea, que cobra cada vez mayor importancia en la investigación de la vida emocional, me fue posible pensar un episodio temprano de la observación del vínculo entre Irma y María.

Mientras hablaba la madre, María se movía poco, por momentos succionaba como si estuviese mamando, también fruncía el seño, de repente expelía algún gas. A mí me impresionó lo torcida que dormía. Irma se daba cuenta y le enderezaba el cuello diciendo “después te va a doler”.

María se desperezaba pero no se despertaba, sólo estiraba un poco los músculos. La mamá le decía “estás disfrutando el regalo”. Es que me lo trajeron hoy (se refería a un bambineto). La cabeza no le duró derecha mucho tiempo, es como si se sintiera cómoda con el cuello torcido y prefería colocarse así.

Irma entró en detalles y me dijo que durante el trabajo de parto María no salía de su panza: cuando ella tenía contracciones María bajaba pero luego se subía de nuevo y ella con su “sexto sentido” le dijo al médico que algo raro pasaba, que sentía algo extraño. El doctor le comentó que quizá tenía el cordón enredado y que sería necesario proceder a una cesárea. “Lo que le pasaba a María era que tenía la cabeza de lado”, por esa razón no entraba cómodamente en la panza de la mamá.

La imagen de la cabeza torcida hacia un lado como una continuación de su posición dentro del útero es sugerente y permite evocar con sentido la imagen que Meltzer transmite. En efecto, a medida que el bebé crece en la panza de la madre el espacio se reduce y ya no todo es satisfacción o emociones benignas. Hay incomodidad, sensaciones claustrofóbicas.

En todo caso, este momento de la observación me permitió confirmar la importancia de la continuidad entre la vida en el interior del cuerpo de la madre y en el exterior, es decir, la relación continente-contenido desde mucho antes de que el bebé aparezca físicamente en el mundo. El intercambio de experiencias entre madre y bebé pensado desde este vértice, promueve la idea de que la exploración imaginativa del bebé y su interés por el mundo emocional inició mucho antes de lo que nosotros podemos observar.

Creo fundamental mencionar (antes de concluir) el apoyo que el padre puede dar a la madre y cómo la pareja se sostiene desde la intensidad de las emociones producidas. Esta idea resulta decisiva para alimentar el “aparato para pensar los pensamientos” del bebé y de la madre desde un lugar amoroso. Se refiere al papel del padre como defensor de la tríada, particularmente como sostenedor y cuidador de la madre, protector de su mundo interno, de esta manera ella podrá ocuparse del mundo interno del nuevo integrante, y es este vínculo creativo entre los padres el que se reflejará y se escribirá en el cuerpo psíquico del bebé[2].

Sin tratar de entender desde el hecho y la razón, viviendo la incertidumbre de las experiencias, podrán estos seres acercarse a la verdad y a la belleza, a un encuentro íntimo con sus objetos internos y externos.

El vínculo continente-contenido será el inició de una relación que lleve al crecimiento emocional, a la valoración del misterio y del pensamiento como motor de la vida.

BIBLIOGRAFÍA:

-Bion, W. (1962) Aprendiendo de la experiencia. ed. Paidos, México 1987.

-Bion, W.(1967) Volviendo a pensar. ed.  Lumen-Hormé, Argentina 1996.

– Meg Harris Williams y Margot Weddell, The Chamber of Maiden Thought. Literary Origins of the Psychoanalytic Model of the Mind, Tavistock/Routledge, Londres, 1991

-Grinberg, L. Nueva introducción a las ideas de Bion. ed. Tecnipublicaciones, España 1991.

-López Corvo, R. Diccionario de la obra de Wilfred R. Bion.  ed. Biblioteca Nueva, España 2002.

-Meltzer, D. (1988) La Aprehensión de la belleza. ed. Spatia, Argentina 1990.

-Meltzer, D. (1984) Vida Onírica. ed. Spatia, Argentina 1990.

-Hernández, Miguel. Desde que el alba quiso ser alba, en Obras completas, Losada,      Buenos Aires, 1976.

[1] D. Meltzer, The Aprehension of Beauty. The Role of Aesthetic Conflict in Development, Violence and Art, The Clunie Press, Worcester, 1988, p. 22

[2] Cf. D. Meltzer, “The Introjective Basis of Polymorphous Tendencies in Adult Sexuality”, in Sexual States of Mind, The Clunie Press, Worcester, 1990