«Sofía, un acto de rebeldía acompañado. Cuando el diagnóstico sepulta la constitución subjetiva»
por Israel Chávez Prado*
Daniel Calmels en su libro El cuerpo en la escritura dice: “La palabra es inasible sin cuerpo, sin cuerpos”, nosotros (y digo nosotros porque es innegable que el cuerpo del analista se pone en juego) primero inscribimos en el cuerpo, en la uña pintada, en cierta cercanía que no atrapaba y que permitía ir armando un cuerpo terapéutico que facilitaba las inscripciones.
Retomo a Daniel Calmels en el mismo libro: “Existe una relación humana que une literalmente el cuerpo y la palabra y es la escritura…la escritura entonces es construcción que construye, es metáfora del conocimiento humano ya que le exige al cuerpo y al psiquismo y de este modo amalgama, une lo disociado, lleva a pensar un `cuerpomente´”.
Después de una supervisión con el equipo se decide realizar una evaluación desde la psicomotricidad y el aprendizaje. Ahora si tenía sentido, ya que es Sofía quien me pregunta y se pregunta de qué manera puede hacer para que esos símbolos escritos sin un orden puedan ser leídos por otro y a su vez poder ella leer lo del otro. Se apertura el canal de comunicación escrita, la posibilidad de vincularse y de entrar en un orden, ahora sí se trata de un problema escolar y de aprendizaje. Justo en este momento, también ronda la pregunta: ¿qué de lo relacionado al sistema nervioso está en juego? ¿Existe algún daño orgánico?, se recomienda una valoración médica y es remitida con un genetista quien se hace cargo de dichos estudios, no sin antes trabajar la derivación con el médico y seguir la valoración a través de la interconsulta.
Los resultados arrojados de estos exámenes genéticos nos sorprenden, nunca tuvo realmente daño neurológico de origen (sí como consecuencia del lugar en que fue colocada), ¿cómo impactaba ahora, después de años de trabajo con Sofía y sus padres este nuevo diagnóstico? En primer lugar, estamos en otro momento, ahora estos padres miran a su hija, le apuestan, le acotan, la contienen, le suponen un saber y la convocan. Estas palabras nos hablan del tejido simbólico que se ha hecho alrededor de ese primer diagnóstico como significante, ya no se mira solamente el vacío, lo imposible, ahora se trata de lo que sí se puede y se desea, pero lo más importante es que Sofía ahora desea, aspira, sueña, se detiene y me detiene para decir: “espera, estoy pensando”, o para decir: “esas sillitas ya no quepo…son de niños y yo, ya nos soy una niña”.
En las sesiones posteriores se pregunta y me pregunta: ¿qué tengo?, habla de los estudios que le realizaron, el gruñido se transformó en palabras, ya no hay más Chucky enojados, ahora ella se enoja y me pregunta si yo estoy enojado.
En este tiempo (y ahora que escribo este texto me pregunto qué hay con el tiempo), ella se integra a un centro de día para jóvenes con discapacidad, lugar en el cual comienza a aprender. En donde comienza a tener amigos y a poder elegir con quién, sí quiere hablar y con quién no, en un principio estaba enojada porque en este espacio se le convocaba de otra manera a estar y a ella le costaba trabajo; sin embargo, comienza a tener relaciones significativas.
Tiempo de la palabra. En sesiones entre plática y plática, llega un momento en que nos trabamos y yo hago el bla bla bla, ella me mira, yo la miro y le digo: “creo que tenemos problemas con el lenguaje”, nos reímos, este juego se repite en todas las sesiones hasta que dejó caer en palabras su necesidad de una terapia de lenguaje, ella lo toma y se lo apropia, a partir de ahí la solicitud es de ella, me pregunta constantemente cuándo va a ir con la maestra María a terapia o cosas como: “dile a mi mamá, ya le dije y no le habla” u otra: “dile a María que le llame a mi mamá”.
En ocasiones, llega tarde a la sesión, algunas veces faltando 10 minutos para que termine, la veo, me sonríe y me dice: “llegue tarde, no le digas a mis papás”, yo le pregunto el porqué de su llegada tarde y me contesta “porque quise, hoy tenía flojera”. Esto tiene diversas lecturas, pero una de ellas es el surgimiento de su rebeldía adolescente, una muy necesaria para hacerse mirar desde otro lugar que no es el de la discapacidad, es su tiempo, su flojera y su no querer.
Dato interesante. Escogí el nombre de Sofía para una ponencia sobre problemas en el desarrollo muy al inicio del tratamiento. Ocurre que, en un proyecto fotográfico en el centro de día, la actividad era contar una historia, ella escoge el nombre Sofía para su trabajo, ambos trabajamos con Sofía, que viene del griego y significa sabiduría.
La palabra tiempo. Esta palabra que llamó mi atención ahora la pienso desde el diagnóstico, y justo se trata del tiempo del otro, en este caso de Sofía, respetar el tiempo del niño con problemas en el desarrollo es menester de los profesionales. Se trata de asumir la angustia que nos despierta lo diferente, de asumir que la discapacidad viene también de nuestro lado. Tiempo que debemos tomarnos no sólo para el trabajo con el niño y la familia, también hay que tomarlo con la escuela y los profesionistas del área médica, se trata pues de ir tejiendo entre todas las palabras adecuadas que faciliten el armado simbólico de un problema en el desarrollo, no hacer una lucha encarnizada de saberes o devaluar el ejercicio de los otros, es al final de cuentas colocar en el centro el sufrimiento de un sujeto y hacer algo con eso.
En este tiempo, ella me dice que los hombres no sabemos (y me dice que quiere ir con un psicólogo mujer), se pregunta y me pregunta sobre sexualidad, noviazgo, maquillajes y demás, en varias ocasiones nos acoge el silencio, ella lleva su dedo índice a la sien y me dice que ésta pensando, pone una canción, me dice que antes ella no pensaba que todo era como algo en el pecho (coloca sus manos sobre el pecho) algo que no podía decir. En ese encuentro yo no sé qué decir, la canción me llega muy dentro, la tarareo, ella me mira y se ríe, me dice: “ya te la pegué y todo el día la vas a cantar”, yo le contesto que sí que suele pasarme con ella que su última canción la traigo por días y que sí, efectivamente la pienso y ella me piensa.
Repito lo ya mencionado, para nosotros el diagnóstico es un siendo, es algo que va estructurándose en el trabajo clínico constante, es ir abriendo preguntas sobre el acontecer (el sujeto se reinvente en cada acto), es también inherente a la relación terapéutica, es movimiento.
Sofía siempre fue sabiduría, una que no había sido escuchada ni convocada, nos enseñó que siempre hay algo más allá del diagnóstico (se revelaba en su gruñido, en su robar, en tomar del Otro, en desafiarnos). Sofía ya no es más aquella niña de gruñidos y tachaduras, es una joven con todo lo que implica crecer, de aquello que de ella se hablaba, ahora es ella quien se habla y se piensa, a pesar de ese primer diagnóstico que complicó su constitución subjetiva, siguen habiendo preguntas pero ahora es Sofía quien va armándolas desde su deseo.
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*Lic. Israel Chávez Prado.
Trabajo presentado en las Jornadas clínicas de AMERPI en octubre del 2014.
Miembro fundador de Redes, equipo interdisciplinario en atención a los problemas en el desarrollo.
Coordinador Clínico de Redes.
e-mail: rael130677@hotmail.com