«Sofía, un acto de rebeldía acompañado. Cuando el diagnóstico sepulta la constitución subjetiva»
por Israel Chávez Prado*

¿Qué se dice cuando se habla de un diagnóstico?, ¿Existen las palabras adecuadas para no obturar el destino de un niño con un problema en el desarrollo? ¿De quién y a quién le estamos hablando?

El primer diagnóstico para Sofía a sus dos años y medio de edad, arrojan como lapidas las siguientes palabras: Encefalopatía mitocondrial no progresiva, que tiene como consecuencia, ataxia en miembros inferiores, retraso madurativo y retraso en el aprendizaje, se sugiere terapia de aprendizaje y escolarización, no sin antes dejar correr sentencias como: no va a caminar bien, no va a aprender como los niños regulares, lo mejor que pueden hacer es esperar a que aprenda algo y darle un oficio. Muchas palabras que dicen nada de Sofía, palabras que sirven (en el mejor de los casos) como ejes para las intervenciones que apuntan a normalizar lo más posible a esta niña.

Una cascada de grandes rocas significantes que dicen nada a los padres de Sofía, caen sepultando el cuerpo, el deseo y el nombre de esta niña. Sin embargo, algo de este decir, se entre laza con la red de significantes propios e históricos de estos padres, viene a colocarse como eje de ruptura y que ubica a este hijo, su hijo, en el lugar de la discapacidad, provocando así la irrupción de lo real originando una herida narcisista en relación al hijo imaginado.

Este tipo de diagnóstico petrifica, no permite la movilidad, la sorpresa, el acontecimiento, colocan en el lugar de la discapacidad, en el lugar de lo que no se puede, de lo que le falta, así el sujeto queda atrapado en un lenguaje técnico que sólo dice algo a alguien especifico. ¿A quién le dicen?, al cuerpo de especialista que rodean al sujeto y ostentan el saber. No le dice nada a ella ni a sus padres ni a su cuerpo, este decir cargado de saberes absolutos nulifican la posibilidad de eso otro, de otra cosa.

Piera Aulagnier nos dice en su libro Un intérprete en busca de sentido lo siguiente: “Tras haber confiado en el saber médico- y en ese campo la ideología de una cultura tiene un papel esencial- se someterá a su terapéutica… el paciente sigue, acepta y se somete, estos verbos muestran su relación con el medicamento y con el acto terapéutico; aquí, la hipótesis fundamental no implica sino la creencia en el saber diagnosticado y en la eficacia terapéutica.”

Tomo del párrafo anterior la palabra someter, someterse significa actuar la voluntad de otra persona sin oponer resistencia. A su vez someter en una de sus acepciones nos dice: exponer a una acción determinada para conseguir una cosa, especialmente un efecto, también es obligar a una persona por la fuerza o con violencia a que acepte una autoridad o proponer una cosa para que sea valorada o tratada por otra persona o un grupo.

Entonces el camino está trazado por otro, no por el sujeto y su devenir, se introduce el diagnóstico que obtura cualquier posibilidad que no sea la del designio del profesionista, esa palabra dicha a manera de sentencia nulifica otros caminos, otras posibilidades.

Por otro lado, no se puede sólo juzgar y culpar el decir que desde la medicina se ha heredado, porque no se trata que un solo significante produzca esta herida narcisista, el significante no tiene sentido si no es a través de la red de significantes, cabe preguntarse aquí ¿qué padres reciben estas palabras y cómo el imaginario de la discapacidad circula ya desde su propia historia? Y aún antes, ¿qué es un hijo para ellos y cómo esto los ubica en su ser padres?

A la entrevista inicial se convoca a los padres de Sofía, entrevista en la que dos profesionales de distintas áreas prestan su escucha y aportan preguntas, la madre estudió la carrera de contaduría, el padre un chofer de camión de una empresa. Para la madre después de 1 viene el 2 y así sucesivamente, de la primaria viene la secundaria y demás, para el padre Sofía no estaba madurita. La madre una mujer que se adueña del decir y un padre callado con dificultad de entender una metáfora, nos dibujan a una niña que no aprende, que no socializa, pegada a su madre, una niña que va tres veces por semana a apoyo escolar y que cursa el quinto grado en una escuela pública, golpea, roba, no se baña si no le indica, al igual no se lava los dientes si no se le ordena, no dibuja y muchos otros no.

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*Lic. Israel Chávez Prado.
Trabajo presentado en las Jornadas clínicas de AMERPI en octubre del 2014.
Miembro fundador de Redes, equipo interdisciplinario en atención a los problemas en el desarrollo.
Coordinador Clínico de Redes.
e-mail: rael130677@hotmail.com