“En la Casa de Niños Expósitos el niño se va poniendo triste y muchos de ellos mueren de tristeza.”
Quienes suscriben, profesionales de la Salud Mental, pensamos que es urgente que se implementen acciones para detener la política puesta en práctica por el gobierno de Estados Unidos que, contraviniendo todos los acuerdos logrados en organismos internacionales, separar a los menores migrantes indocumentados de sus familias provocando un terrible y muchas veces irreparable daño psico-somático en los niños que son sometidos a ese acto arbitrario y brutal. La primera acción que debe llevarse a cabo es la reunificación familiar y solicitamos también que se atienda profesionalmente en forma inmediata a los afectados por esa brutal política, con el fin de disminuir, dentro de lo posible, su sufrimiento y efectos patógenos.
A partir de las grandes guerras del siglo XX, particularmente después de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, se multiplicaron los estudios sobre los efectos devastadores en el desarrollo infantil. Entre la gran lista de secuelas, los profesionales, psicoanalistas, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, encargados de realizar estudios a gran escala, con la finalidad de llegar a la promulgación de normativas protectoras de la niñez y de la adolescencia (ONU, OMS, UNICEF, ACNUR), destacaron aquellas derivadas de las consecuencias de la separación, aún en las mejores condiciones posibles, del niño y su familia. Dichos estudios, y las resoluciones derivadas de ellos, siguen vigentes en el momento actual.
Ya en 1939, varios estudiosos del tema que nos ocupa, alertaron sobre los grandes problemas psicológicos derivados de la separación padres/hijos, como consta en la carta escrita por John Bowlby, Emanuel Miller y D. W. Winnicott, dirigida al British Medical Journal 16 de diciembre de 1939.
En ese sentido, Bowlby 1972 menciona que la privación de la madre o separación padres/hijos, son términos que abarcan muchos tipos de experiencia que difieren enormemente en su severidad. Las consecuencias de esta experiencia dependen de una multiplicidad de variables:
- La edad del niño en el momento de la separación, los más vulnerables se encuentran en el rango de 0 a 4 años, “…tal experiencia puede implicar mucho más que la tristeza manifiesta. De hecho, puede equivaler a un apagón (blackout) emocional y dar origen fácilmente a una grave alteración del desarrollo de la personalidad, capaz de perdurar toda la vida.”
- La naturaleza de las circunstancias previas, en este caso, violencias múltiples, abusos, pérdidas, migración.
- La duración de la separación, cuanto más prolongada, más graves son sus daños psíquicos y físicos también.
- Las situaciones traumáticas que se anudan en la separación: intempestiva, violenta, tipo y condiciones de los albergues a los que son enviados, falta de información sobre el futuro del niño. La deprivación resultará más grave si el lugar y quienes lo atienden resultan completamente extraños y si el menor no cuenta con una persona que le cuide de manera individual y lo haga sentir mínimamente seguro. Cabe destacar que la noción del tiempo de un niño es diferente a la de un adulto, es limitada. La incapacidad de imaginar un tiempo de liberación lleva a pensar que cuando se lo deja solo en un lugar extraño junto con la sensación de impotencia y desamparo se refleja en una agobiante ansiedad y desesperanza.
- Por último, el tipo de experiencias del niño después de terminado el período de separación. En este caso, los tiempos del reencuentro son totalmente inciertos e, incluso, el reencuentro mismo lo es. Aún más, algunas autoridades mencionan separaciones indefinidas.
En el trágico asunto que estamos viviendo, nos encontramos con la suma y compleja combinación de todos estos agravantes.
Entre sus efectos patógenos podemos mencionar:
En el primer semestre de vida, anorexia e insomnio pertinaz , neurodermatitis y asma, por señalar algunas. Hay una retirada afectiva que se manifestará por falta de contacto visual y sonrisa social, así como no respuesta o rechazo al abrazo y acercamiento corporal de otro.
Según el niño crece, se verá claramente el atraso o detención en el desarrollo psicomotor y pondoestatural, al grado de poner en riesgo la vida del lactante menor.
Después del segundo semestre puede aparecer en el bebé de manera más clara un cuadro depresivo que puede conducir al estado descrito por René Spitz (1945) como “depresión anaclítica” y “hospitalismo”, que con frecuencia terminan en marasmo y muerte. O como establece Winnicott el efecto más profundo que tiene la pérdida objetal o la falta de yo auxiliar (cuidador principal), son: pérdida de contacto con la realidad externa, pérdida de la relación entre la psique y el soma y desintegración. Hace referencia, de este modo, a detenciones generalizadas, alarmantemente graves del desarrollo, o a psicosis tempranas tales como las del espectro autista o las llamadas depresiones blancas, verdaderas desorganizaciones psicosomáticas.
Entre otras consecuencias patológicas podemos mencionar un deterioro de los procesos intelectuales específicos como el lenguaje, la capacidad de abstracción, de otras funciones simbólicas y la del aprendizaje en general.
La posibilidad de establecer vínculos afectivos y sociales se encuentra, por lo general, limitada. También existe una asociación entre deprivación temprana y males depresivos que pueden manifestarse durante las diferentes edades en la vida del sujeto. Diferentes estudios realizados por psicólogos y paidopsiquiatras, asocian conductas delincuenciales con deprivaciones tempranas que se presentan sobre todo en la adolescencia.
¿Son reversibles o irreversibles los efectos de la separación padres-hijos?
Nada hay que propicie un criterio optimista de la reversibilidad de los daños provocados por la deprivación parental-ambiental temprana severa… Hay límites claros (e infranqueables) para la mejoría que pueda esperarse en casos de daños graves y prolongados.
Por todo lo anterior, podemos plantear que esta política, de tolerancia cero, que implica separación abrupta padres-hijos y la ubicación de estos en albergues u hogares temporales cuyas condiciones son poco conocidas y, hasta donde sabemos, inhóspitas y poco adecuadas, con personal aparentemente sin mayor preparación, en condiciones similares a una prisión, rodeados en algunos casos, de malla ciclónica o alambrados, que nos lleva irremediablemente a pensar en las condiciones de detención de los campos de concentración del holocausto nazi y en una desubjetivación, deshumanización, de esta sufrida y vulnerable población infanto-juvenil.
Nos encontramos, como mencionamos de inicio, con un verdadero infanticidio psicológico.
Hacemos un llamado a las Universidades, a las distintas asociaciones gubernamentales, nacionales e internacionales, ONGs, relacionadas con la salud mental de los niños, púberes y adolescentes latinoamericanos para detener o disminuir el dolor inherente a esta injusta y aberrante situación.
La humanidad no debe permitir este retroceso en lo concerniente a los derechos humanos fundamentales. Pronunciemos nuestra más enérgica condena a esta brutalidad traumatizante y lancemos un enérgico ¡ya basta!
Bertha Blum Grynberg
Doctora en Psicología.
Psicoanalista de niños y adolescentes.
Facultad de Psicología. Universidad Nacional Autónoma de México
Miembro de AMERPI, A. C.
Ana María Fabre y Del Rivero
Psicoanalista de niños y adultos.
Maestra Posgrado de la Facultad de Psicología Universidad Nacional Autónoma de México.
Miembro de la Sociedad Freudiana de la Ciudad de México
Miembro IPA-FEPAL.
Miembro de AMERPI, A.C.
Celia Delgado Teijeiro
Médica psiquiatra, psicoanalista de niños y adultos.
Miembro de la Sociedad Freudiana de la Ciudad de México
Miembro de IPA-FEPAL.
Miembro de AMERPI, A.C.
Excelente artículo!