Estas líneas me movieron a gran y productiva polémica que sólo traeré hoy parcialmente. Pensé en los acuerdos que tenemos con el autor, pues también nosotros sin desconocer lo biológico, le damos importancia central a los aspectos sociales y antropológicos pero, ¿lo hacemos desde las mismas perspectivas? ¿sacamos las mismas conclusiones? Pienso que no. ¿Cómo razona Ingalls? Me parece un autor inteligente y creo que debemos detenernos a cuestionar respetuosamente ésta su tesis fundamental que declara no existente o más bien vuelve inexistente la psicología específica de los pacientes con retardo mental, exactamente el punto que nosotros estamos estudiando, aunque, y esto es fundamental, el problema está planteado en otros términos. Y nos dice que si acaso hay algo especial en ellos es sólo el desarrollo cognoscitivo, su discapacidad.
Pienso al leer esto que podemos caer otra vez, sin darnos cuenta, en lo que se trata de evitar, en la conocida trampa que consiste en ver al retardado mental únicamente desde lo cognoscitivo. Como si lo único realmente propio fuera su falta de inteligencia. Y subrayo “falta de inteligencia” porque se suelen oír estas palabras con una aplastante literalidad: no es que tengan “menos capacidad intelectual”, sencillamente les falta, no tienen inteligencia. Es este el deslizamiento inconsciente que hace de un discapacitado intelectual “el tonto”, una categoría sin matices, un todo de carencia, total y sin arreglo, sin futuro. Por eso uno de los acápites de nuestro proyecto de investigación es el antiguo refrán: “Lo que natura non da, Salamanca non presta” que habla de lo impensable de toso cambio cuando de déficit intelectual se trata. Refrán o dicho que nos ha calado hasta los huesos durante los siglos de nuestra cultura y que debemos sacudirnos como sea para poder pensar diferente. Estamos ante el sistema de expectativas sociales, el <Otro Generalizado> de Mead, que retoma Montobbio (1995), un aspecto que hemos considerado también en nuestra investigación. Dice este autor: “El <Otro Generalizado> correspondería a la actitud psicológica y al comportamiento de la sociedad o de un grupo social en el momento en que adquiere un papel determinante en la formación de un individuo” (p. 62)
Volvamos a Ingalls y a su discurso. Salta de la biología a lo social como si de la conjunción de ambos aspectos no derivara necesariamente la particularidad de un funcionamiento psíquico que, aunque sea todavía difícil de precisar debe identificarse y que al ser conocido aportará sin duda nuevos recursos terapéuticos. Esta es justamente nuestra tesis, o sea la opuesta. Por eso el acápite de Maud Mannoni: Afirmo que con estos pequeños si sólo vemos para tratarlo el síntoma intelectual nos olvidaremos del niño.He ahí el gran hueco en el conocimiento que este autor traza invitándonos involuntariamente a transitarlo. Este autor y muchos otros. He ahí también una de las posturas que llevan a calificar de errónea nuestra búsqueda en muchos lugares, apoyada por miles de libros circulantes.
Nos peguntamos: ¿En qué radica la divergencia de opinión?
Al afirmar que en el nivel mental o psíquico de organización no hay nada partículas y propio, es como que se delimitara una zona “inexistente”, como si se intentara devolver a lo real,1 a lo innombrado muchas observaciones que todos hacemos en nuestras prácticas con estos pacientes, que evidencian y nos permites afirmar que esa especie de agujero negro no es tal sino que muestra formas y contenidos.
Ya antes de 1978 y claramente después de esta fecha, es posible encontrar respuestas en los trabajos de varios investigadores y en los nuestros propios, como veremos enseguida, aunque falta mucho por comprender y precisar. Conceptos como el gnoseopatía de Wainer y las aplicaciones del objeto epistémico de Gibello importan a nivel de ese hueco; y por supuesto las consideraciones sobre los trastornos narcisistas no psicóticos de los Roudulfo o del falso self en la persona con discapacidad psíquica de Montobbio que cité en la mañana.
Intentaré analizar más cuidadosamente algunos aspectos del tan citado texto de Ingalls para que nos sirva de base de discusión y de precisión de las metas de nuestra investigación y para comprender en qué se fundamentan nuestras discrepancias. Empecemos por los acuerdos que son varios: diversidad indudable, heterogeneidad de las personas afectadas de discapacidad intelectual, importancia capital de los factores sociales y culturales y lo que también él subraya, reconocimiento de los grandes adelantos logrados en la atención y conocimiento de estas problemáticas, lo cual implica apreciables cambios en su evolución abordando lo biológico y lo social-educativo. A mi parecer esto implica una acción sobre algo específico psíquico pero Ingalls no lo piensa así ¿por qué?
1Lo real en el sentido que ha dado Lacan a esta palabra, que no debe confundirse con lo que habitualmente llamamos “realidad”, sino aquello que designa lo no simbolizado, los aspectos que escapan a nuestra posibilidad de nombrar y de imaginar.