El acto creativo involucra un mirarse, explorando los afectos e imágenes que lo constituyen a uno mismo para poder narrarse a través de la creación, y generar a través de esta, un significado de la experiencia del ser. Esto se decanta en la adquisición de la autonomía ya que, al ser la creación un acto único, original y propio que, a diferencia de un mero proceso imitativo de domesticación, coadyuva a la individuación y a la singularidad.

En todo lo anterior se refleja algo de suma importancia: la creatividad es un acto vital- aunque implique transgresión- es un acto que suma, que liga, que integra, que crea, y por lo tanto nos remite a la vida, a la pulsión vital, a Eros. Eros, en psicoanálisis, es un nombre que sintetiza diversas funciones que tienen la meta de complejizar la vida ligando, reuniendo y sintetizando… su poder “lo cohesiona todo en el mundo” (Freud, 1921/1985, p. 88).

En contraposición está la pulsión de muerte (Freud, 1920), la tendencia a regresar a un estado anterior, a que no haya un fluir de vida sino un estancamiento, mortífero. Si la capacidad para la simbolización falla, el joven sólo se verá anclado a un constante repetir un estado alterno que le permita evitar y evadir su falta, generadora de angustia y de depresión. La pulsión de muerte, Thanatos, implica suspensión, estancamiento, repetición, detención del proceso vital, del crecer, del crear, del desarrollar. Esto para los jóvenes es fatal: Las dificultades para lograr una salida creativa al proceso adolescente provocará su desconexión y nada más terrible que un adolescente en aislamiento. La alexitimia, la imposibilidad de nombrar los afectos, de sentirlos en forma significativa y movilizadora, son las formas claras de la toxicidad de la prevalencia de la pulsión de muerte.

La adolescencia debe promover composiciones y recomposiciones de los afectos, de las identificaciones y los vínculos, elaboraciones en las que siempre se pierde algo de ser vivido y tramitado, no obstante parece como el único camino viable para encontrar lo propio; valores, ideología, ideales… el mismo proceso de individuación, es fuente de un movimiento laborioso y creativo. Consideremos que el joven es inmanentemente transgresor pero que la transgresión creativa estará al servicio de de la vida y será la salida por excelencia de la crisis adolescente, siempre distinta y dependiente de los movimientos culturales, pero siempre productiva y generadora de cambios (Janin, 2008).

Así, los proyectos aparecen como la presencia de la pulsión de vida donde los ideales y la esperanza ubican al adolescente como alguien que crece, descubre y cuestiona, que actúa por desesperación, que no teme a la muerte porque se considera inmortal y porque puede ser mártir o héroe; el adolescente deberá ir armando, a su manera, un modo de ser distinto del de sus padres, en lo privado y en lo público (Janin, 2008). Este es el mejor de los tiempos.

El problema es que el joven hoy tiene dos opciones: ser el producto pigmaliónico (Kanyper, 1997) de la proyección narcisista de unos padres que programan sobre él la subsanación de las heridas en sus propios proyectos de vida y su desazón con respecto al presente, y así dirán: “tú eres grandioso, todo lo que te propongas lo puedes lograr, pues tú vendrás a rescatarnos”. O, por el otro lado, los jóvenes reciben la proyección directa de esta desesperanza social, económica, política. De ambas formas, les resulta muy difícil descubrir su valor con base en sus logros genuinos, en lo que han luchado y en lo que han ganado.

Quizás ese es el camino que se les puede mostrar a los jóvenes hoy, ayudarlos a estar, a reconocer y a reconocerse, a pensar y pensarse, a demorar la acción y darse un espacio y un tiempo para poder significar afectivamente la experiencia de estar aquí, en estos momentos y en sí mismos, rememorando el Dasein Heideggeriano.

Como escribió Ítalo Calvino “Hay que buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es el infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.”

*Texto presentado por la Dra. Alexis Schreck S. en XXII Jornadas Locura, vida y muerte en la adolescencia, Ciudad de México, 30 de septiembre y 1 de octubre de 2016.

BIBLIOGRAFÍA

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