La identificación en la adolescencia. 
Personajes delincuenciales como modelos identificatorios. Tercera parte.
Dra. Ana María Fabre y Del Rivero

El grupo como proveedor de identificaciones

Avanzamos entonces, hacia la línea de las identificaciones grupales y aquí resulta necesario recurrir a los trabajos de Anzieu y Kaës. Los grupos cumplen la función de brindar identificaciones necesarias para la organización psíquica del sujeto. En los adolescentes que se suman a los grupos criminales existen necesidades materiales y de prestigio, pero, además, una necesidad psíquica de organización, que solo en grupo puede ser encontrada:

La “grupología” psíquica que proponemos, hay que buscarla por el lado de la imagen del cuerpo, de la fantasmática originaria, de los complejos familiares, de las redes identificatorias y de la imagen subjetiva del aparato psíquico. La Gestalt psíquica del grupo codetermina, sin duda, con el anclaje social de su representación, la incisividad que posee como figuración y fuerza de relaciones entre objetos organizados dentro de un conjunto significativo.[1]

Las teorías del grupo, sobre su funcionamiento y composición, tendrán que dar necesariamente cuenta de dos órdenes de realidad diferentes: por una parte, la del orden social y por otro la de orden psíquico, para evitar todo tipo de soluciones reduccionistas, por ejemplo aquellas que burdamente imponen explicaciones psicológicas a los fenómenos grupales, o viceversa, aquellas que solamente atienden perspectivas sociales. El esquema teórico propuesto por Kaës nos permite interrogar las relaciones entre estas variables de diferentes órdenes. De este modo se pueden establecer las condiciones que operan en ellas, así como los principios de su articulación.

Todo grupo cuenta con organizadores sociales, los cuales funcionan como un código cultural propio de una sociedad; aseguran y regulan los intercambios sociales e interpersonales. Resultan de suma importancia en el tema que nos ocupa, pues estos organizadores de índole social cumplen funciones reguladoras psíquicas, pues son los responsables de proporcionar modelos identificatorios capaces de orientar determinada codificación social de aquellas representaciones psíquicas intrasubjetivas e inconscientes, a través de mecanismos de protección e introyección. Se genera un continuo de mutua influencia entre las representaciones sociales y las representaciones psíquicas: ambas se influyen mutuamente, en un proceso en el cual la identificación cumple una función primordial, a saber, brindar la posibilidad de plasmar los valores de la sociedad en un individuo particular, a la vez que abre el escenario social para el ejercicio de los materiales intrapsíquicos.

La perspectiva en que nos situamos, es decir, el estudio de las representaciones sociales como codificación de las representaciones inconscientes, da acceso a estas últimas. Una vez constituidas o referidas, las representaciones sociales del grupo funcionan como objetos que poseen propiedades análogas a las del objeto transicional descrito por Winnicott, o sea, un objeto creado define un espacio de comunicación, mediación y creatividad.

La hipótesis del inconsciente: en el seno de los grupos operan procesos inconscientes. Son de diferentes niveles, regidos por la naturaleza de las identificaciones, de los mecanismos de defensa, de los conflictos psicosexuales. En parte son edípicos y se organizan en torno de la ambivalencia hacia la figura del jefe; pero también son preedípicos y pregenitales y movilizan fantasías, identificaciones, mecanismos de defensa y relaciones de objeto parciales, especialmente las que corresponden a la organización oral de la libido. Las tensiones conflictivas oscilan entre estos tres polos de la organización estructural del aparato psíquico: neurótica, narcisista, psicótica[2].

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[1] Kaës, R. El aparato psíquico grupal. Gedisa, Barcelona, 1976.
[2] Kaës, R. El grupo y el sujeto del grupo. Amorrortu, Buenos Aires, 1993.