PRIMER CONGRESO DE PSICOANÁLISIS Y CIENCIAS SOCIALES.
LA IDENTIFICACIÓN EN LA ADOLESCENCIA
PERSONAJES DELINCUENCIALES COMO MODELOS IDENTIFICATORIOS.
Dra. Ana María Fabre y Del Rivero

A menos que se vea envuelto en dificultades el delincuente sólo puede tornarse cada vez más inhibido para amar, y en consecuencia más y más deprimido y despersonalizado, y eventualmente incapaz de sentir en absoluto la realidad de las cosas, excepto la realidad de la violencia.[1]

Quiero agradecer la generosa invitación de CEPCIS (Centro de Investigaciones en Psicoanálisis y Ciencias Sociales) a participar en este Congreso que me parece responde a la apremiante necesidad de comprensión de muchos de los problemas que nos agobian como país.

Tomaré, siguiendo los lineamientos del Congreso, dos ejes temáticos fundamentales, el del psicoanálisis y el de las ciencias sociales. En un intento de reflexionar con ustedes sobre los fenómenos identificatorios con figuras delincuenciales y su impacto sobre la población juvenil.

Siempre me ha parecido que el ejercer un trabajo desde la teoría y la práctica psicoanalítica no debe sustraernos de la problemática social que se juega en muchos de los fenómenos que estudiamos. No quisiera desaprovechar la oportunidad que nos brinda CEPCIS para plantear problemas concernientes a la imbricación entre lo psicoanalítico y lo social.

Los narcotraficantes han devenido figuras emblemáticas, pensados poseedores de poderes absolutos, capaces de cometer los peores crímenes sin pagar por ellos. A pesar de la corta duración de las vidas de muchos de ellos, ello sería compensado por cuanto aparecen colmadas de gratificaciones y placeres. Una buena e intensa vida por corta que esta sea. Dada la miseria y el desempleo, formar parte del crimen organizado deviene una meta aspiracional, quizá la única accesible. A lo anterior se agrega el proceso mismo de la adolescencia, en el cual existe una crisis de identidad, cuya conformación se logrará a través de la adquisición de diferentes identificaciones.

Si en todo tiempo ha existido el sueño de ser ricos y famosos, poderosos e importantes; para los jóvenes actuales, acuciados por los fracasos económicos de un país recurrentemente endeudado. Tenemos frente a nosotros los efectos de más de 30 años de crisis económica. Los jóvenes atrapados en la escucha de los fracasos y desencantos de sus padres y generaciones que los anteceden, encuentran en el crimen una opción para romper con las frustraciones familiares y de clase social.

En 1986, en un grupo de supervisión de estudiantes de Maestría de la UNAM que coordinaba la Dra. Bertha Blum, escuché a una de mis supervisandas expresar: “los chicos en la guardería ya no hablan de que quieren ser abogados o doctores, ahora juegan a ser Don Neto o Caro Quintero” Expresión que no dejó de inquietarme. En la actualidad, la observación de esta psicóloga se resignificó al escuchar en un noticiero que se dictaba la primera cadena perpetua en el país y que el condenado era un joven de 18 años… Poco tiempo después, vino la apabullante noticia del Ponchis… la situación ha ido en espantoso aumento, lo atestiguan diversas manifestaciones culturales, unas de denuncia y otras tramposas, amarillistas aún diría perniciosas, ilustrando unas y otras estarían los libros: Los Morros del NarcoLos sicarios, o en internet El blog del narco, las películas Sin dejar HuellaEl Infierno, Miss Bala y las telenovelas como La reina del sur…

Lo más grave ha sido la imposibilidad de pensar este problema de manera global. Quedamos aislados, sin palabras. Nos enfrentamos con algo del orden del horror que nos llevará en una espiral de violencia inexplicable, sin fin… ¿Desde dónde podemos empezar a buscar una explicación a lo que acontece en este México cotidiano? ¿A qué autores, y a qué textos podemos recurrir, desde la veta freudiana? Y desde el ámbito social, ¿cómo explicarnos este fenómeno?

La complejidad misma del problema, llevó a buscar una comprensión del mismo en los aportes de diferentes autores que desde lo social y lo psicoanalítico nos lleven a adentrarnos en el fenómeno mismo. Son avances de un trabajo más largo en preparación.

Reflexiones sobre la sociedad

Desde un conocimiento general de sus obras, creo que los textos de tres autores que no son psicoanalistas resultan particularmente esclarecedores de los tiempos actuales. Son Paul Ricoeur, Cornelius Castoriadis y Jean Baudrillard.

Ricoeur, a partir de las ideas de Freud, considera que la cultura se ha desarrollado a expensas de las demandas pulsionales de sus integrantes, con la finalidad de ligar todo el abanico pulsional, incluidas las pulsiones destructivas. Se trata de una ligadura muy frágil que siempre esta lista a romperse dejando camino a la trasgresión, a la crueldad, a la perversión.

“Al levantar la veda que nos corta el paso a la sexualidad infantil, se alzan grandes y terribles verdades: objetos y fines —tal como nos son conocidos en un estado de cultura— son funciones secundarias de una tendencia mucho más amplia, capaz de cualquier “transgresión” y de cualquier “perversión” ; un haz frágilmente anudado de pulsiones, entre ellas la crueldad, está siempre presto a desatarse, haciendo de las neurosis el negativo de la perversión; la civilización se edifica a expensas de las pulsiones sexuales, a costa de no usarlas y como reacción contra la amenaza de perversión de que están cargadas”…[2]

Sobre la manera en que existe una unión indivisible entre sujeto y cultura, vamos a apoyarnos en Castoriadis, quien a la letra dice:

“La sociedad es creación, y creación de sí misma: autocreación. Es surgimiento de una nueva forma ontológica –un nuevo eidos- y de un nuevo nivel y modo de ser. Es una casi totalidad que se mantiene unida por las instituciones (lenguaje, normas, familia, herramientas, modos de producción, etc.) y por las significaciones que las mismas encarnan (tótems, tabúes, dioses, polis, mercancía, riqueza, patria, etc.). Ambas, encarnan creaciones ontológicas.
…Los casi (o pseudo) elementos de una sociedad son creados por la sociedad misma. Para que existiera Atenas fue necesario que hubiera ateniense y no “humanos” en general. Pero los atenienses fueron creados en y por Atenas. Por eso la sociedad es siempre auto institución –aunque en la casi totalidad de la historia humana, esa auto institución haya quedado oculta tras la propia institución de la sociedad.”[3]

A partir de la idea de Castoriadis en el sentido de que la sociedad es creada por sí misma, podemos preguntarnos qué mecanismos sociales subyacen en la producción de los fenómenos delincuenciales, con la gravedad que los estamos experimentando.

No podemos dejar de ponderar la importancia que reviste el papel perverso de los medios de comunicación, verdaderos amos de la estructuración del pensamiento de su audiencia cautiva, de sus mandatos en cuanto a belleza, necesidad de consumo y promoción de valores. Creo que si alguien es fuertemente convincente en lo que preconiza al respecto sería Baudrillard.

El problema fundamental del capitalismo contemporáneo ya no es la contradicción entre «la maximización de la ganancia» y “la racionalización de la producción” (en el nivel empresarial); sino entre una productividad prácticamente ilimitada (a nivel de la tecnoestructura) y la necesidad de comercialización de los productos. Es vital en esta fase para el sistema, el controlar no solamente el aparato de producción, sino también la demanda de consumo; no solamente los precios, sino aquello que será demandado a ese precio. El efecto general es, sea por los medios anteriores o previos al acto mismo de producción (sondeos, estudios de mercado) o ya sea posteriores (publicidad, marketing, condicionamiento), quitarle al comprador – a quien le escapa todo control- el poder de decisión para transferirlo a la empresa, en donde puede ser manipulado…

Como se advierte, Baudrillard realiza una severa crítica al modelo capitalista actual, que enajena al individuo creándole necesidades artificiales, mismas que lo mantienen en una necesidad consumista inacabable.

…ingresos, compras de prestigio y sobre-trabajo forman un círculo vicioso y enloquecedor, el círculo infernal del consumo, fundado en la exaltación de necesidades dichas o llamadas «psicológicas», que se diferencian de las necesidades «fisiológicas», en tanto que éstas últimas se fundan aparentemente en el «ingreso discrecional» y la libertad de elección, y convirtiéndose así en discretamente manipulables…[4]

La teoría de la identificación en Freud

Una vez sentado el precedente de los apoyos teórico, filosófico sociales, a los que hemos recurrido para dar cuenta o para aproximarnos a la problemática que nos convoca, dirijámonos al padre del psicoanálisis y sus descubrimientos sobre la identificación:

Quizás esta identificación sea en general la condición bajo la cual el ello resigna sus objetos. Comoquiera que fuese, es este un proceso muy frecuente, sobre todo en fases tempranas del desarrollo, y, puede dar lugar a esta concepción: el carácter del yo es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, contiene la historia de estas elecciones de objeto.[5]

La identificación se torna un eje fundamental alrededor del cual se articulan el narcisismo y los ideales del sujeto. En Introducción del narcisismo aparece el término “ideal del yo” para designar una formación intrapsíquica relativamente autónoma que sirve de referencia al yo para apreciar sus realizaciones y logros. Se funda en la convergencia del narcisismo y de las identificaciones con los padres, con sus substitutos y con los ideales colectivos. Como instancia diferenciada, el Ideal del yo constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse. Recurro a esta aproximación puesto que corresponde a un avance importante en lo concerniente a la identificación a un ideal más dentro del orden de lo imaginario por un lado, y por el otro, a la asunción de valores a los cuales el sujeto tenderá a adaptarse, so pena de ser perseguido por las consignas del superyó.

Los padres ofrecen los primeros modelos identificatorios que existen en la historia del sujeto. De hecho, mucho antes del amor de objeto, existió la identificación. El tema de la identificación sigue siendo crucial para el psicoanálisis, no en vano Freud volvió una y otra vez al tema. En Psicología de masas y análisis del yo, vierte nuevas reflexiones con las que pretende ahondar sobre la identificación misma.

“El psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El varoncito manifiesta un particular interés hacia su padre; querría crecer y ser como él, hacer sus veces en todos los terrenos. Digamos, simplemente: toma al padre como su ideal. Esta conducta nada tiene que ver con una actitud pasiva o femenina hacia el padre (y hacia el varón en general); al contrario, es masculina por excelencia. Se concilia muy bien con el complejo de Edipo, al que contribuye a preparar”.[6]

De lo anterior se desprende cuánto la identificación será un elemento constitutivo del psiquismo que permite transmitir los valores sociales de una generación a otra. Con ella, el padre moviliza el deseo del hijo, en su anhelo de crecer y parecérsele.

Podemos decir que el sujeto trae inscritos los imperativos culturales a los que habrá de ceñirse so pena de caer en falta y verse alejado de los ideales, tanto aquellos de carácter personal como los colectivos. Estos últimos revisten peculiar importancia tratándose de la adolescencia, pues nos recuerdan que es pertinente considerar el papel del grupo y el de los pares en la formación del sujeto. Los camaradas ofrecen modelos de identificación, brindan soporte y validación a estas nuevas adquisiciones psíquicas. Sujeto y grupo se relacionan tejiendo intercambios mutuos: la sociedad genera sus propios individuos así como los individuos generan a su correspondiente sociedad. Recordemos en este sentido el pensamiento de Freud, para quien la comprensión del individuo no puede desligarse de los vínculos que establece con su grupo:

La relación del individuo con sus padres y hermanos, con su objeto de amor, con su maestro y con su médico, vale decir, todos los vínculos que han sido hasta ahora indagados preferentemente por el psicoanálisis, tienen derecho a reclamar que se los considere fenómenos sociales. Así, entran en oposición con ciertos otros procesos, que hemos llamado narcisistas, en los cuales la satisfacción pulsional se sustrae del influjo de otras personas o renuncia a estas. Por lo tanto, la oposición entre actos anímicos sociales y narcisistas -autistas, diría quizá Bleuler [1912]- cae íntegramente dentro del campo de la psicología individual y no habilita a divorciar esta última de una psicología social o de las masas.[7]

Quizá no esté de más considerar los aportes de Jacques Lacan a propósito de todo ello. Él puntualizará en su Seminario sobre Los escritos técnicos de Freud, en la parte que trabaja la Introducción del Narcisismo, haciendo la distinción entre yo ideal e ideal del yo: Uno está en el plano de lo imaginario, el otro en el plano de lo simbólico, ya que la exigencia del Ich Ideal encuentra su lugar en el conjunto de las exigencias de la ley.[8]

[1] Winnicott, D. W. Deprivación y delincuencia Paidós, Buenos Aires1990. Pág. 140.
[2] Ricoeur, P. Freud, una interpretación de la cultura. Siglo XXI, México, 1970. Pá g. 167.
[3] Castoriadis, Hecho y por hacer, Eudeba, Buenos Aires, 1998.
[4] Baudrillard, J. La sociedad de consumo – Denoël – 1970.
[5] Freud, S. Psicología de masas y análisis del yo. Amorrortu, Buenos Aires, 1976 [1921].
[6] Idem.
[7] Freud, S. Psicología de masas y análisis del yo. Amorrortu, Buenos Aires, 1976 [1921].
[8] Lacan, J. El seminario libro 1: Los escritos técnicos de Freud. Paidos, Buenos Aires, 1981. Pag. 204.
[9] Ilustración del libro El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, edición 1904