Por: Dr. Philippe Gutton

El estudio psicoanalítico del niño y su tratamiento, su teoría, pone de manifiesto el lugar del otro y con mayor precisión del otro que es padre, del otro madre y con mayor precisión aún, del inconsciente del otro. Todo ocurre como si desde el origen mismo o los orígenes del desarrollo del niño, se encontrara desplazado, como si ese origen fuera externo al desarrollo del niño.

Digo la cosa de otra manera:

Si el niño se desarrolla de cierta manera que es propia, es en buena parte o en su mayor parte por el exterior, por, diría yo, el objeto exterior, objeto en el sentido psicoanalítico. Regresaré sobre esto.

Notarán ustedes que al decir esto tengo muchísimo cuidado de no utilizar el término de medio-ambiente; se trata del otro personalizado y no de este concepto neutro de medio ambiente. Esto les puede parecer poco original, pero sin embargo, se da verdaderamente una inversión total de la comprensión del niño al decir este tipo de cosas. No se privilegia el deseo, tampoco se privilegia la pulsión, sino más bien se privilegió el objeto y con mayor exactitud el objeto exterior. Tomaré como ejemplo un congreso reciente de una sociedad psicoanalítica cuyo título era “La pulsión ¿para qué?”; esta inversión tiene teorizaciones muy distintas y me voy a atrever a acercar a éstas.

Primero pienso en la influencia de Melanie Klein y sus alumnos y con mayor precisión, Winnicott. Winnicott en Francia tiene una posición verdaderamente mediatizadora; el objeto transicional casi entró en el lenguaje cotidiano, en los chistes, las conversaciones. Pero lo que quiero apuntar aquí es esta teoría de Winnicott, teoría que atañe a lo que él llama el objeto ya-aquí; en esta teoría el bebé crea un objeto, un objeto ya colocado aquí por su madre, un objeto ya presente por el hecho mismo de su madre, el bebé crea, inventa, el personaje de su madre, y hace que entre en sus representaciones internas, una madre que ya está aquí antes mismo de que el nazca. Este objeto que ya está aquí, tiene por lo tanto un valor organizador, el valor organizador respecto de todo el funcionamiento psíquico de ese bebé. Winnicott, en el placer que tiene para generalizar sus descubrimientos acerca del bebé, dice de la misma manera que la religión está aquí antes de la creencia que le dedicamos

A lo largo de la vida del niño, se verá llevado a crear de manera paradójica, a crear lo que le rodea. Así va a dotar a su madre o a su padre de toda una actividad fantasmática que va a proyectar sobre ellos. De la misma manera el juguete, objeto neutro, se volverá realmente juguete cuando lo empiece a utilizar; cualquier objeto neutro se puede convertir en juguete. Aquí tenemos el primer ejemplo del lugar anticipatorio del objeto exterior respecto del funcionamiento psíquico del niño y de su desarrollo.

Segundo ejemplo: El lugar que le damos a la teoría freudiana de la seducción. La voy a resumir mucho. El bebé tiene una actividad erótica, y esta actividad está ligada a sus propias pulsiones o necesidades; pero él está en primer lugar bajo la influencia, de la seducción de la madre que se encarga de él; al hacerse cargo de su bebé la madre lo seduce, la madre implanta en su bebé una actividad erótica. No voy a decir más sobre esta teoría de la seducción originaria.

La recuerdo sencillamente para demostrar que en el origen mismo de la vida afectiva de este bebé se encuentra el otro, con mayor precisión la madre y con mayor precisión aún el inconsciente de la madre. Esta teoría de la seducción fue muy importante en los primeros trabajos de Freud. Después ha sido abandonada en gran parte por él; regresaremos a ello.

Para darles un ejemplo de esa seducción materna, recuerdo el título de una obra de Piera Aulagnier que se llama “la violencia de la interpretación”. Se trata de la violencia de la madre cuando interpreta, cuando decodifica, cuando busca entender las posiciones de su bebé, así este bebé, se encuentra envuelto por las interpretaciones que la madre tiene de él.

Tercer ejemplo: Es una idea que surge de los trabajos lacanianos, de la entrada del niño en el lenguaje, de la entrada del niño en un sistema lingüístico que está presente antes de él, y de la necesaria enajenación de esta entrada.

Cuarto y último ejemplo: es el lugar que toma la familia hoy en día en el tratamiento de los niños. Creo que ya no se trata de empezar el tratamiento de un niño, sin reflexionar al mismo tiempo, sin pensar en un tratamiento familiar. Si no empieza este tratamiento familiar, pensamos que la psicoterapia del niño, ósea el que sea el tratamiento del niño, conlleva a un cambio implícito en la familia. En el fondo una psicoterapia del niño tendría menos como objetivo el cambiarlo a él, que más bien introducir en la familia un elemento nuevo, que podría removilizarla.

Las psicoterapias familiares tienen para nosotros muchísima importancia. Algunos piden, hablan, psicoterapias familiares psicoanalíticas, otros recurren mas bien a psicoterapias familiares no psicoanalíticas de teorizaciones norteamericanas.

Verán que el psicoanálisis del niño se encuentra hoy en una suerte de oposición y pienso esta oposición como dialéctica; esta posición no es nueva, ya estaba presente en los conflictos entre Anna Freud y Melanie Klein. Por una parte la voluntad de llevar con el niño un tratamiento psicoanalítico, el más riguroso posible; tal era el objetivo y la óptica, el enfoque de Melanie Klein.

La influencia de Melanie Klein en Francia es muy grande, en la teoría, pero son poco los psicoanalistas franceses que han recibido una formación verdaderamente kleiniana; al menos estoy hablando de los de hoy. Por otra parte, otro aspecto de la oposición dialéctica, es esta concepción de la familia como una unidad en la que el niño está: como si fuera el síntoma de la familia. Como si el niño que tenemos enfrente de nosotros fuera en un momento dado el síntoma de la familia en su evolución, como si también el síntoma mismo del niño,  fracaso escolar, problemas psíquicos de carácter: como si los síntomas del niño fueran ellos mismos los síntomas escogidos por la unidad familiar. Niño síntoma, tal sería el término que resume esta concepción.

Obvio es que la cuestión de la demanda de tratamiento del niño es muy delicada, es muy fácil plantear: ¿qué puede preguntar un niño, cuando es el síntoma de una problemática familiar? ¿Qué puede pedir para sí mismo?; sin duda que su familia se mejore. Así va entonces la oposición, por una parte un niño que pide un tratamiento psicoanalítico, y de estos hay mucho; y por otra parte niño-síntoma de una estructura familiar.