Diversidades. La función materna, su importancia en la primera infancia y en la educación, continuación.
Por Vanesa González-Rizzo Krasniansky

Nombrar la diversidad

Hablar de familias diversas y del lugar de la función materna en ellas, resulta sencillo para la sociedad cuando se hace desde sitios que, actualmente, no implican mucho escándalo para la moral y la ética con la que nos educaron. Pensar en un hombre con hijos que se une a una mujer con hijos en el siglo XXI, resulta sencillo[1]. Ese nivel de diversidad familiar nos parece aceptable, pero la sociedad entra en conflicto cuando se plantean familias en las que ambos progenitores tienen el mismo sexo. Hay grupos consternados por dicha modalidad. Por el hecho de que en esas familias los hijos crezcan con dos papás, o dos mamás, dan por sentado que existe enfermedad, que la patología está en los progenitores y por lo tanto sus hijos vivirán perturbados. El tema no es sencillo y definitivamente no podemos basarnos en estigmas o en la moral para resolver la noción de patología psíquica en las personas, pero debemos ser aún más cautelosos si la referencia será para la parentalidad en la homosexualidad, ya que se emiten juicios basados en creencias personales y no en reflexiones científicas. A pesar de la cantidad de trabajos desde distintas disciplinas que abordan el tema, me parece, que al menos psicoanalíticamente hablando, hay mucho por recorrer. En esta perspectiva fundamentalmente se presentan preguntas, se abren nuevos caminos al pensamiento.

Lo nuevo obliga o sugiere un cuestionamiento, nos pone en contacto con un no saber. Al ser siempre ajeno, lo nuevo opera como un desafío, en el mejor de los casos. Además, la realidad abre interrogantes que ponen en riesgo las verdades constituidas.

¿Tienen los bebés y niños criados en familias con padres y madres del mismo sexo mayores posibilidades de desarrollar alguna enfermedad mental? Si coincidimos con Sigmund Freud y con autores posteriores como Melanie Klein, en la idea de que los seres humanos tenemos fantasías primordiales que nos son heredadas filogenéticamente, podemos asumir también que en el mundo inconsciente todos los humanos tendremos que transitar y vivir con algunas fantasías similares que se expresarán de acuerdo a circunstancias específicas y realidades particulares. Es así que fantasías sobre la escena primaria, la vida intrauterina, la seducción y el incesto, dentro del mundo inconsciente, son universales para la humanidad y nos recorren sin importar las historias específicas. Luego, cada quien desarrollará sus mecanismos de defensa frente al inconsciente que, continuamente, pugna por manifestarse. La amnesia infantil también hace su trabajo y nos ayudará a soportar el impacto emocional vivido en los primeros años de niñez.

Desde la postura psicoanalítica enunciada en estas páginas se rescata el valor del mundo interno y de la realidad psíquica; es por ello que no se puede augurar patología a los bebés y niños que tienen figuras maternas y paternas distintas a las tradicionales.

La discusión es larga y el debate sigue siendo arduo, pues la perspectiva psicoanalítica no es la única que aborda la temática, ni siquiera desde esta corriente de pensamiento se llega a las mismas conclusiones. Es importante recordar que el debate en torno a la “enfermedad” o “normalidad” relacionada a la preferencia sexual distinta a la heterosexual tiene varias décadas; el mundo psiquiátrico y psicológico ha jugado un papel primordial en las disertaciones. En 1975 la American Psychological Association[2] (APA, Asociación Estadounidense de Psicología) decidió dejar de considerar la homosexualidad como un desorden mental, siguiendo el ejemplo de la American Psychiatric Association (Asociación Estadounidense de Psiquiatría), que hizo lo mismo en 1974. Igualmente procedió la National Association of Social Workers (Asociación Estadounidense de Trabajadores Sociales) en 1994.

Desde décadas pasadas hasta hoy, la discusión se complejiza. En la actualidad, el mundo lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, pansexual y queer, ha pugnado por la visibilización y los derechos humanos. Son ellas y ellos los principales precursores de la creación de leyes que protejan las configuraciones familiares que se viven, y que anteriormente se ocultaban debido a que la integridad física y emocional se ponía en riesgo. El silencio y la no visibilización social era un medio de sobrevivencia, que le resultaba conveniente a la ideología hegemónica. Desde que hay que ponerle palabra y nombrarlo, desde que se exigen leyes que protejan la vida de todas las personas por igual, el mundo psiquiátrico y psicológico entra en nuevos cuestionamientos. Pensar en la idea de que las personas con cuerpo de mujer no son las únicas que pueden ejercer una función materna que permita el crecimiento y desarrollo psíquico de un infante, es muy difícil de transmitir, pero es fundamental en el campo de la salud mental.

Los estudios e investigaciones sobre las consecuencias psíquicas de la crianza a través de padres o madres del mismo sexo también son divergentes, sin embargo se imponen las ideas que señalan que los factores de riesgo psicológico para estos niños son iguales o menores que para los niños criados en familias heterosexuales[3] (Gartrell & Bos, 2010). En varios estudios comparativos entre familias reconstruidas, adoptivas y homoparentales, se señala que las familias homoparentales mostraron un nivel educativo y económico más elevado que el resto de familias. Tuvieron menos factores de riesgo, y alcanzaron una puntuación más alta desde el punto de vida de la calidad del contexto familiar para la promoción del desarrollo infantil. En estos hogares se encontraron ambientes muy estimulantes, estilos paren­tales de crianza muy adecuados y escasa conflictividad marital. Por ello, no resultó sorprendente que fueran precisamente los niños de familias homoparentales los que mostraron menos problemas emocionales y conduc­tuales, según la valoración parental. La valoración rea­lizada por los profesores no estableció diferencias significativas.

En el extremo opuesto se situaron las familias reconsti­tuidas, que fueron las que ofrecieron indicadores menos favorables de la calidad del contexto familiar: más conflictos familiares, peor calidad de la estimulación y de la historia previa del menor, mayor estrés, red social más conflictiva, lo que explica en parte el peor ajuste psico­lógico de los niños que viven en estas familias (González, 2002).

Las entrevistas a profundidad realizadas por diversos autores muestran cómo algunos inconvenientes psicológicos para niños y niñas con padres del mismo sexo no se centran en el seno familiar, sino en el vínculo entre dichas familias y el entorno social. El rechazo social con el que se vive la homosexualidad, es decir la homofobia que circula en los centros educativos, lugares recreativos, medios de comunicación y sitios ajenos al hogar en los que niños y niñas se desenvuelven, resultan ser factores angustiantes y ansiógenos. Otro de los obstáculos para ellas y ellos es la falta de referentes y de personas en su misma situación en contextos ajenos al familiar.

La conflictiva se acrecienta en países en los que la ignorancia, racismo, xenofobia, desigualdades sociales, intolerancia, corrupción y violencia son constantes en las relaciones personales y en la trama social. Lo anterior potencia una “cultura del miedo a la diferencia, de pavor por aquello que al percibirse como distinto enciende las alarmas de un peligro real o potencial” (Blanck-Cereijido & Yankelevich, 2003)

Relacionarnos con la diferencia, con la alteridad, implica una elaboración individual y colectiva. La tendencia es a colocar en el otro lo propio que resulta inaceptable.

“Cada sociedad se constituye con sus valores, su concepto de justicia, de lógica y de estética de tal modo que la inferioridad del otro resulta el reverso de la afirmación de la propia verdad. De aquí a que los otros estén dotados de una esencia malvada y perversa hay una corta distancia” (Castoriadis, 1985).

La sociedad actual, para transformarse, no debe ahorrarse el cuestionamiento y la incertidumbre de sus propias dudas, deudas y duelos.

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[1]
 No así en el pasado. Las mujeres divorciadas eran estigmatizadas.

[2] Valga resaltar que esta organización tiene un enorme peso e influencia académicas; tiene a su cargo la edición y publicación del manual DSM, el índice de trastornos mentales más reputado del mundo.

[3] Estudio longitudinal en familias lésbicas estadounidenses, realizado desde 1986 hasta la actualidad. University of California Los Angeles School of Law (2010).