Diversidades. La función materna, su importancia en la primera infancia y en la educación, continuación.
Por Vanesa González-Rizzo Krasniansky
Mujer-Madre-Familia(s)
Para abordar las preguntas anteriores es importante intentar contextualizarnos y desenmascarar algunas ideas que nos acompañan culturalmente. Desde diversos frentes se nos invita a pensar en “la madre”, retomando estereotipos impuestos; la madre o las madres son seres bondadosos que nos han traído al mundo, tienen sólo amor para brindar y resultan ser el pilar de la familia[1]. Las mujeres tienen como una de sus principales funciones en la vida dicho mandato, así lograrán su consagración como personas. Sólo serán totalmente mujeres si logran ser madres, parir hijos. Para cumplir con el precepto social, deberán pasar por una serie de requisitos; encontrar a un hombre que se parezca mucho al príncipe azul que desde pequeñas desean, deberá tener similitudes con su propio padre, pero no será él. Una vez logrado este requisito pasarán por la ceremonia del matrimonio e intentarán junto con su príncipe, completar el cuento. Para llegar al final feliz es necesario crear una familia. Si se consigue lo anterior estas mujeres podrán decir que son felices. Bueno, quizá debamos incluir la casa y la camioneta dentro de los requisitos sociales necesarios para hablar de dicha completa. La mascota es opcional, no sustancial para redondear nuestro idílico cuento.
Aunque el relato parezca una caricaturización, no podemos negar que gran parte de la construcción subjetiva de las mujeres y de la configuración social se alimenta en lo descrito.
No es mi intención juzgar. Si para algún lector el relato implica lo más cercano a la felicidad que puede encontrar, es respetable. Lo que resulta difícil de concebir, es el modelo anterior como el único posible para desarrollarse en la vida. Nos empobrece recibir como máxima social dicho camino sin posibilidades de cuestionarlo. Establecer la cultura occidental bajo estos parámetros, colocar a la familia como uno de sus pilares en el que la mujer será guardiana de su reproducción sin ningún cuestionamiento, nos acorrala. Fundamentalmente nos coloca en un universo en el que la teoría no corresponde con la realidad. La idea hegemónica del catolicismo nos atraviesa. Desde esta noción, hablar de familia implica conformarla por mujer, hombre y prole. La relación deberá permanecer “hasta que la muerte los separe”. En la práctica nos encontramos con múltiples reconfiguraciones que ponen sobre la mesa la noción de familias; el plural aquí es sustancial, pues lo que las personas viven en su cotidianidad no responde a un único modelo. Es por esto, que ampliar el concepto e introducir la idea de familias enriquece nuestro pensar, y las relaciones que podemos establecer dentro de la sociedad.
Un aspecto importante en el análisis de nuestro tema se relaciona con lo que sucede dentro de los centros educativos. La escuela es un eslabón crucial para anudar o liberar los discursos sociales y los mandatos hegemónicos. Es la educación un espacio con enormes responsabilidades, sobre todo la educación en los primeros años de la vida, en los cuales se gestará el pensamiento creativo o el mecánico, la posibilidad de liberarse e inventar, o la de continuar sin cuestionamientos el camino trazado. Lugar de encuentro con las ideas y novedades de la vida, en la escuela se conocen temas y explicaciones diferentes que las enunciadas en la casa. La creencia debería relegarse, el juicio tendría que pasar a un segundo plano. El contacto con la ciencia y con explicaciones innovadoras será para los niños el ingreso a un universo repleto de discursos diversos. Las maestras y maestros tienen, un poder único dentro de esta perspectiva.
Su desafío será no juzgar las reconfiguraciones que viven los alumnos, y sobre todo el de poder acompañar a los pequeños inmersos en las nuevas modalidades familiares. Hoy podemos encontrar diversas manifestaciones que escapan a la norma hegemónica propuesta, que las define como “disfuncionales”, es decir, otras disposiciones familiares: existen hombres y mujeres separados y con hijos que establecen nuevas relaciones afectivas, a las que se suman los hijos de ambos; hay familias monoparentales, ya sea porque las mujeres decidieron tener hijos sin establecer una relación formal con los padres, por situaciones como la muerte de algún progenitor, o por la separación de los padres en la que generalmente es la madre quien queda a cargo de la vida diaria de los hijos, entre otras. También están las familias homoparentales, en las que dos personas del mismo sexo deciden tener o adoptar hijos.
[1] Nótese el singular en la expresión. En la idea occidental hegemónica existe “la familia” nada más.