Del aullido, el susurro, el llanto a la palabra.
Estructuración del lenguaje en niños psicóticos*
por Ana María Fabre y del Rivero

El tema que nos interesa el día de hoy tiene que ver con el lenguaje, aspecto en el que más nítidamente se advierten las dificultades tanto para el débil como para el psicótico. Alrededor del lenguaje, nos dice J. de Ajuriaguerra (1983), la incoherencia y la discordancia del relato pueden tener que ver a veces con cierto tipo de pensamiento esquizofrénico, o bien, en el pensamiento elíptico, hermético y simbólico del psicótico. También nos dice que otras de sus manifestaciones pueden ser la logorrea inconsciente o un lenguaje entrecortado de dificultades, abstracto, o utilizar una lengua extranjera.

Relata también los estudios comparativos realizados por I. Kolvin y colaboradores entre niños débiles y niños psicóticos, en los que se encontró la ausencia de inversión pronominal y solamente un 6% de ecolalia en los primeros1.

En realidad, todos los que trabajamos en el campo de la psicosis infantil sabemos que eventualmente pueden presentarse todas esas manifestaciones de maneras diferentes, o que aun en el proceso ya establecido de psicoterapia de corte psicoanalítico pueden desaparecer unas manifestaciones para dar cabida a otras igualmente extrañas.

Pero lo que indudablemente todos podemos afirmar es algo del orden del leguaje en lo concerniente a sus aspectos propositivos, comunicacionales, está roto, como está rota también la imagen corporal y el concepto témporo-espacial.

¿De dónde provienen estas dificultades? Para autores como Melanie Klein, que afirma que el simbolismo es el fundamento de toda sublimación y de todo talento, ya que es a través de la ecuación simbólica que cosas, actividades e intereses se convierten en tema de fantasías libidinales”(1923). Junto al iterés libidinal, es la angustia la que surge en la fase descrita la que pone en marcha el mecanismo de identificación. Como el niño desea destruir los órganos (pene-vagina-pecho) que representan los objetos, comienza a temer a estos últimos. Esta angustia contribuye a equiparar dichos órganos en otras cosas; debido a esa equiparación éstas, a su vez, se convierten en objetos de angustia. Y así el niño se siente constantemente impulsado a hacer nuevas ecuaciones que constituyen la base de su interés en los nuevos objetos, y del simbolismo.

Entonces el simbolismo no sólo constituye el fundamento de toda fantasía y sublimación, sino que sobre él se construye también la relación del sujeto con el mundo exterior y con la realidad en general 3.

Desde lo anterior puede entenderse el porqué de cuenta de las afecciones psicopatológicas más graves a partir de estas conceptualizaciones.

…pienso que estas situaciones de ansiedad temprana y demasiado fuerte son también de fundamental importancia en la etiología de la esquizofrenia, pero aquí puedo sostener este punto de vista presentado sólo dos o tres ideas. Como ya he señalado, la proyección del terrorífico superyó sobre sus objetos aumenta en el individuo su odio hacia esos objetos y así también su temor a ellos, resultando que si la ansiedad y la agresión son excesivas, su mundo externo se transforma en un lugar terrorífico y sus objetos en enemigos, y se siente amenazado de persecución, tanto como por parte del mundo externo como de sus enemigos introyectados. Si su ansiedad es excesiva o si su yo no puede tolerarla, tratará de eludir el miedo de los enemigos externos poniendo fuera de acción sus mecanismos de proyección; éstos, a su vez, evitarán que se produzca una introyección posterior de objetos, lo que pondrá fin al desarrollo de su relación con la realidad y le dejará expuesto más que nunca al miedo de sus objetos ya introyectados. Estaría aterrado e ser atacado y dañado de diversos modos por un enemigo interno del que no podrá escapar…4.

Para Lacan (1984) el problema pasaría por una falla de orden simbólico: El orden humano se caracteriza por la circunstancia de que la función simbólica interviene en todos los momentos y en todos los grados de existencia. E insiste: Si la función simbólica funciona, estamos en su interior. Y diré más, estamos a tal punto que no podemos salir de ella5.

…todo lo rehusado en el orden simbólico, en el sentido de la Verwerfung, reaparece en lo real6.

Haciendo alusión al esquema L. Lacan apropósito de la alucinación verbal menciona que allí:

…figura la interrupción de la palabra plena entre el sujeto y el Otro, y su desvío por los dos i, a y a´, y sus relaciones imaginarias. Aquí está indicada una triplicidad en el sujeto, la cual recubre el hecho de que el yo del sujeto es quien normalmente le habla a oro y le habla del sujeto, del sujeto S, en tercera persona. Aristóteles hacía notar que no hay que decir que el hombre piensa, sino que piensa con su alma. De igual manera, digo que el sujeto se habla con su yo. Sólo que en el sujeto normal, hablase con su yo nunca es plenamente explicitable, su relación con el yo es fundamentalmente ambigua, toda asunción del yo es revocable. En el sujeto psicótico en cambio, ciertos fenómenos elementales, y especialmente la alucinación que es su forma más característica, nos muestra al sujeto totalmente identificado a su yo con el que habla, o al yo totalmente asumido bajo el modo instrumental. El habla de él, el sujeto, el S en los dos sentidos equívocos del términola inicial S y el Es alemán. Esto es realmente lo que se presenta en el fenómeno de la alucinación verbal. En el momento en que aparece en lo real, es decir, acompañado ese sentimiento de realidad que es la característica fundamental del fenómeno elemental, el sujeto literalmente habla con su yo, y es como si un tercero, su doble, hablase y comentase su actividad 7.

Tenía 14 años entonces, era alto, delgado, de mirada extraviada, había sido reubicado junto con su familia por organismos internacionales en un conjunto habitacional para damnificados. Pero los vecinos se quejaban de él y es que el niño no podía hablar, sólo aullaba, parecía gozar jugando con el agua a mojarse y a mojar a los demás. La madre, esposa de un obrero, hablaba de las dificultades de su crianza, de cómo advirtió tempranamente en el niño una dificultad para hablar. Habló de sus múltiples consultas en las clínicas de adscripción de cómo le habían inicialmente calmado su ansiedad explicándole que no todos los niños hablaban a la misma edad y que muy probablemente el niño hablaría normalmente pasado el tiempo, hasta puede llegar a ser un locutor. Sin embargo, al año siguiente la madre volvió a consulta, pues el niño seguí mudo y exhibía una serie de movimientos con las manos que la madre notaba muy diferentes a los de los otros niños. Los médicos empezaron a impacientarse con ella, le señalaron que había niños realmente graves y enfermos a los que seguramente habría que operar y otros con enfermedades muy serias. La madre desistió. Muchos años después supo del DIF; realizó la travesía del centro de la ciudad al IMAN, pero en el trayecto, cuando logró subir al niño al camión, él se quitó un zapato y lo tiró por la ventanilla. Con la ayuda de otros pasajeros pudo bajarlo del camión y ahí supo por primera vez el diagnóstico verdadero de su hijo: psicosis autista.

He iniciado con este caso del que sólo realicé una valoración para poner énfasis en algo en lo que ya nunca se insistirá demasiado, que existe un dolor muy grande en estos chicos y sus familiares, a los que a veces no se puede oir. ¡Hay tanta sordera alrededor del autista!
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • 1) AJURIAGUERRA, J. de, Manual de psiquiatría infantil, Masson, 1983, p. 692.
  • 2) KLEIN, Melanie, Obras completas, Paidós, Barcelona, 1989, t. I. pp. 225 y 226.
  • 3) Ibid.
  • 4) Idem., t. II, pp. 158 y 159.
  • 5) LACAN, el seminario 2, El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, pp. 50 y 53.
  • 6) LACAN, el seminario 3, La psicosis, Paidós, Barcelona, 1984, p.24.

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* FABRE-Y DEL RIVERO, AM, «Del aullido, el susurro, el llanto a la palabra: Estructuración del lenguaje en niños psicóticos». Grupo Teseo, Asociación Mexicana de Estudio del Retraso Mental y la Psicosis Infantil (AMERPI), Vol. 4, 1992. pp. 203-2015.